lunes, 18 de enero de 2010

¿Has dibujado con chocolate?Nosotros ¡SÍ!

Después de la teoría del chocolate, el segundo día empezaríamos con la práctica.
En la práctica debíamos llevar:
  • Obleas

  • Chocolate, a poder ser líquido.

  • Pinceles

  • Papel de cocina

  • Platos

  • Y… ¡un vaso de agua! muy importante porque el chocolate es comida y nos lo íbamos a comer después.


Yo estaba nerviosa y emocionada, no sabía lo que nos esperaba, aunque a primera hora de la mañana lo único que apetecía era desayunar la oblea y el chocolate.
Llegamos a clase con todo nuestro material y Pilar nos explicó lo que íbamos a hacer de forma más detallada que el día anterior.
Tendríamos que hacer mandalas, que son dibujos que van de dentro hacia fuera. El objetivo de estos mandalas era expresar nuestra energía y nuestros sentimientos. Para ello debíamos partir de un punto central del mandala donde representaríamos nuestra energía más interna y a medida que nos acercábamos al exterior del mandala expresábamos nuestra energía más superficial y cercana a los demás. Y así es como organizamos la energía que teníamos dentro y nos libramos de la mala energía.

Una vez que terminásemos nuestro mandala debíamos ofrecer al resto para que se lo comiese. Pero Pilar nos dio un consejo, si teníamos energía negativa dentro y la habíamos expresado en el dibujo era mejor no ofrecer porque esa energía se transmitía al comérsela. Y nos contó un caso de otro año, donde una chica había reflejado toda su mala energía, ofreció al resto de su mandala y les sentó mal porque estaba cargado de energía negativa y mala.

De esta forma, supongo que un mandala muy oscuro, recargado, triste significaría que la energía es mala, que nuestro estado de ánimo no es bueno y nos encontramos mal en nuestra vida. Por el contrario, si el mandala es alegre, simple, decorado, bonito nuestra energía es positiva, estamos alegres, contentos, felices y lo expresamos de esta forma.

Una vez explicada la tarea empezamos a dibujar lo que sentíamos, yo creo que todos empezamos dibujando con los pinceles pero terminamos cumpliendo un sueño, o al menos el mío, dibujar con los dedos. A mí siempre me ha gustado dibujar con los dedos, me siento más inspirada y en contacto con las pinturas. Y además esta situación era especial porque dibujábamos con las manos pero no con pintura sino con chocolate, con comida y eso me emocionaba más. Me sentí pequeña de nuevo. Como este niño que pinta con los dedos como algo nuevo y emocionante:






Esta soy yo haciendo mandalas:


























Viendo mis mandalas yo creo que la energía es positiva, aunque no debía ser muy positiva porque recuerdo que justo el día anterior había recibido una mala noticia y estaba triste y nerviosa, así que algo del mandala deberá transmitir una mala energía. Yo creo que el punto del centro todo pintado y oscuro es el que refleja ese malo sentimiento, mientras que el resto ya es positivo porque en mi opinión es alegre y no está recargado.
Pero yo creo que la interpretación que he hecho de mi mandala tiene sentido porque el problema sabía que se iba a solucionar por lo que no debía ser muy grande, y el resto de cosas en mí estaban bien.
También pudo ocurrir que el mandala esté mal hecho o que al hacerlo tapé la mala energía con otra positiva.

Mientras yo hacía mi mandala, con el que estuve bastante tiempo, el resto hacía sus propios mandalas y hubo uno que me llamó la atención, el de Agueda. Ella había acabado su mandala y la verdad es que era muy bonito y positivo, pero de repente lo rompió en trozos e hizo una foto del mandala antes y después de romperlo. No sé si lo rompió porque lo sentía, porque quería o porque lo iba a repartir entre todas nosotras, que es lo que hizo luego. Pero fue un gesto que me llamó la atención porque a mí me dio mucha pena romper el mío para comérnoslo porque después de pintarlo durante tanto tiempo era ya como una obra de arte, aunque tuviese energía negativa.

Con este ejercicio, además de pasárnoslo bien, de hablar todos, de relacionarnos, de ver el trabajo de los todos, de compartir lo que hacemos…aprendimos a expresarnos de otra forma distinta y nueva.
Aprendí lo que era un mandala y a reflejar en él lo que sentía, tanto lo bueno como lo malo.
Y sobretodo nos sirvió de terapia para dedicar un día a expresarnos, a ver lo que sentíamos y a reflexionar sobre ello. Estuvo muy bien porque no siempre tenemos tiempo de pararnos a pensar, sino que vamos con prisas y no dejamos de hacer cosas y no pensamos en las cosas que nos ocurren. No me refiero sólo a las malas porque cuando nos pasa algo malo siempre tenemos tiempo suficiente para pensar más todavía y deprimirnos más aún. Mientras que si lo que nos ocurre es bueno estamos más felices aún, pero no pensamos durante tanto tiempo en ello porque al estar felices estamos más activos porque tenemos ganas de movernos, de enseñar a la gente que estamos felices y contentos. Y aunque sepamos la razón, no la valoramos hasta que llegan esos momentos malos donde añoramos esos otros momentos felices que no valoramos.

Por eso deberíamos hacer más clases como esta, para reflexionar aunque sea obligatoriamente.

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